A Concho Primo
Bajo tu potro es un juguete el llano, bajo tu potro tan dominicano que le sirve de espuela la corneta y vuela más que la guinea inquieta que en las plumas se pinta municiones para robarle el blanco a la escopeta. Mucho más que penetras y perduras cuando desgranas tus aventuras ante el espanto de la llanera que puso al cuello de los soldados el amuleto como trinchera. ¡Qué bien recuerdo tu apretón lejano: un corazón se te volvió la mano! Se me quedó tu azúcar en la hiel, como a los negros cuando cortan cañas que se les queda en el machete, miel.
Y se agiganta mucho más tu historia en la alcancía de mi memoria, loro de los refranes, triunfo de las mujeres, cuando volando las cabalgaduras, eran sobre las lomas y las llanuras un tiroteo los amaneceres. Hoy lo que rueda, Vale Concho, es rueda; asoma la vitrina en las vitrinas de los ojazos de las campesinas, y bajo la sotana o la moneda su flor a la santica se le queda. Mira una cruz como se pierde al vuelo: enredada en la hélice se va la carretera por el cielo. Mas hoy, compadre Concho, también se ve tu llano -míralo en el bolsillo del norteamericano.
Bajo tu potro es un juguete el llano, bajo tu potro tan dominicano que le sirve de espuela la corneta y vuela más que la guinea inquieta que en las plumas se pinta municiones para robarle el blanco a la escopeta. Mucho más que penetras y perduras cuando desgranas tus aventuras ante el espanto de la llanera que puso al cuello de los soldados el amuleto como trinchera. ¡Qué bien recuerdo tu apretón lejano: un corazón se te volvió la mano! Se me quedó tu azúcar en la hiel, como a los negros cuando cortan cañas que se les queda en el machete, miel.
Y se agiganta mucho más tu historia en la alcancía de mi memoria, loro de los refranes, triunfo de las mujeres, cuando volando las cabalgaduras, eran sobre las lomas y las llanuras un tiroteo los amaneceres. Hoy lo que rueda, Vale Concho, es rueda; asoma la vitrina en las vitrinas de los ojazos de las campesinas, y bajo la sotana o la moneda su flor a la santica se le queda. Mira una cruz como se pierde al vuelo: enredada en la hélice se va la carretera por el cielo. Mas hoy, compadre Concho, también se ve tu llano -míralo en el bolsillo del norteamericano.
Autor: Manuel del Cabral